(Foto: Ilustrativa/Pexels)

Cuando hablamos de la violencia de pareja (IPV, por sus siglas en inglés), solemos centrarnos en los adultos involucrados. Pero hay otro grupo profundamente afectado: nuestros niños.

Aunque no sean los objetivos directos, los niños que presencian la violencia de pareja no son simples espectadores. También son sobrevivientes.

Los niños no solo observan la violencia, la absorben. Son portadores silenciosos de una historia no contada.

Pueden experimentar miedo, confusión, culpa e impotencia. Tal vez enfrenten ansiedad, depresión o dificultades para concentrarse en la escuela. Algunos pueden volverse agresivos; otros, retraídos. Estas respuestas no son mala conducta, sino manifestaciones del trauma.

Pero hay una verdad esperanzadora: la sanación es posible.

Comprender el impacto de la IPV en la infancia comienza por reconocer que sus experiencias son válidas. Aunque no siempre tengan las palabras para describir lo vivido, su comportamiento suele contar la historia. Por eso es crucial que cuidadores, docentes y miembros de la comunidad respondan con empatía, no con juicio.

Un enfoque informado por el trauma implica crear espacios seguros donde los niños se sientan vistos, escuchados y valorados. Significa preguntar “¿Qué te pasó?” en lugar de “¿Qué te pasa?” Y también implica conectar a las familias con recursos como consejería, grupos de apoyo y viviendas seguras que les ayuden a reconstruir sus vidas.

Para madres, padres y cuidadores que han vivido violencia, es importante saber que pedir ayuda no es debilidad, es valentía. Lo que no se sana, se transmite. Pero también se puede transformar. Tu decisión de buscar ayuda puede ser el principio de un nuevo legado.

Los niños se benefician profundamente al ver a los adultos dar pasos hacia la seguridad y la sanación. Incluso pequeños gestos como establecer rutinas, brindar consuelo, pasar tiempo juntos, pueden marcar la diferencia.

Las comunidades también tienen un papel vital. Escuelas, centros de salud y servicios sociales pueden colaborar para identificar y apoyar a niños afectados por la violencia de pareja. Y nosotros, como sociedad, podemos alzar la voz por políticas que protejan a quienes sobreviven e inviertan en prevención.

Los niños son increíblemente resilientes. Con el apoyo adecuado, pueden sanar, prosperar y convertirse en defensores del cambio.

Cada niño merece crecer sabiendo que es amado, seguro y escuchado. Acompañémoslos a sanar. No están solos, y tú tampoco.

**Latinos por Relaciones Saludables es una columna mensual del Philadelphia Domestic Violence Collaborative/ Latinos for Healthy Relationships is a monthly column by the Philadelphia Domestic Violence Collaborative

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