
SAN JUAN.— El silencio solía prevalecer en el bosque de un islote privado del Caribe hasta que los ambientalistas lo transformaron en un nido de amor para la iguana de las Antillas Menores, una especie en grave peligro de extinción.
Ahora, los sonidos de las iguanas que caen al suelo y corretean mientras se multiplican hacen sonreír a los científicos.
“Es algo nuestro”, afirmó Devon Carter, investigador de la organización sin fines de lucro Anguilla National Trust. “No tenemos leones, no tenemos elefantes, pero lo que sí tenemos, debemos apreciarlo”.
La población de la iguana de las Antillas Menores, también conocida como Iguana delicatissima, era inexistente en el islote Prickly Pear Este hace casi una década.
Pero los científicos de la cercana Anguila, decididos a salvar a la especie de la extinción, colocaron 10 iguanas en pequeñas bolsas de algodón transpirables y las transportaron en bote al islote sin depredadores con la esperanza de que se reprodujeran.
Y lo hicieron. La población ha llegado a 300 y sigue creciendo, convirtiendo el islote en uno de los cinco sitios en todo el mundo donde la especie trata de recuperarse. Se calcula que quedan menos de 20.000 ejemplares, según grupos de conservación.
“Prickly Pear Este se ha convertido en un faro de esperanza para estos hermosos lagartos y demuestra que, cuando damos la oportunidad a la fauna nativa, esta sabe qué hacer”, expresó Jenny Daltry, directora de la alianza caribeña para los grupos de conservación Fauna & Flora y Re:wild.
Amante y enemigo
Se piensa que los pueblos indígenas llegaron al este del Caribe hace unos 7.000 años.
Las iguanas de las Antillas Menores ya estaban allí, y probablemente llegaron a las islas flotando sobre escombros arrastrados por ríos que se desbordaron en América del Sur, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
En ese momento, las iguanas habitaban unas 10 islas, pero ahora están extintas en Antigua, Barbuda, San Cristóbal, Nevis y San Martín, y han desaparecido en gran medida de Guadalupe, San Bartolomé y Martinica, según el grupo de conservación Re:wild.
¿Su mayor amenaza? La iguana verde, o de cola rayada. Originaria de América Central y del Sur, fue introducida en Guadalupe en el siglo XIX y luego se extendió a otras islas gracias al huracán Luis, que azotó el noreste del Caribe en 1995.
Las iguanas verdes tienen más crías, son más territoriales y consumen más alimento que las iguanas de las Antillas Menores.
Pero el mayor problema es que ambas especies se cruzan entre sí.
“Esto realmente pone en peligro la viabilidad genética”, comentó Isabel Curtis, funcionaria de conservación de Anguilla National Trust. “Si tus genes se diluyen, tu especie en su conjunto no puede continuar”.
Así que, en 2015, los científicos en Anguila se armaron con largos palos con un lazo en el extremo para atrapar iguanas de las Antillas Menores y transportarlas a Prickly Pear Este, donde no hay perros, gatos, tráfico, iguanas verdes u otras amenazas mortales.
Los residentes llamaban para reportar avistamientos o tomaban fotos para ayudar en la búsqueda.
“Pasamos todo un año buscando iguanas”, recordó Farah Mukhida, directora ejecutiva de Anguilla National Trust. “Todo se hace a mano”.
Vida en una nueva isla
Después de un año, los científicos capturaron 23 iguanas de las Antillas Menores en Anguila, un número que se cree que constituye casi toda la población de esa especie en la isla.
Las iguanas fueron sometidas a pruebas genéticas para asegurar que eran de raza pura y luego las primeras 10 fueron marcadas y liberadas en la cercana Prickly Pear Este, dijo Mukhida.
Una vez que esa población pareció adaptarse bien a su nuevo hogar, los científicos liberaron las 13 iguanas restantes.
“Veíamos crías, veíamos sus madrigueras donde anidaban”, recordó Mukhida. “Fue realmente alentador que se estuvieran reproduciendo”.
Las iguanas de las Antillas Menores tienen un color un verde brillante cuando son jóvenes, que se transforma en un gris pizarra o negro polvoriento al llegar a la adultez, con una esperanza de vida de más de 20 años en la naturaleza.
Sin embargo, las preocupaciones persistieron a pesar de la exitosa reproducción.
Los científicos se pusieron en contacto con funcionarios de la isla caribeña oriental de Dominica para obtener más iguanas hembras, en un intento de aumentar la diversidad genética de los lagartos que se reproducen en Prickly Pear Este. Dominica tiene la mayor población de iguanas de las Antillas Menores de la región, pero ahora, también están amenazadas por las iguanas verdes que llegaron cuando el huracán María azotó la región en 2017.
La petición fue enviada durante la pandemia, por lo que Carter y otros científicos tuvieron que ponerse en cuarentena antes de viajar a Dominica. Una vez allí, construyeron hogares para las iguanas capturadas, monitorearon su salud y realizaron pruebas de ADN para asegurarse de que no fueran iguanas híbridas.
Alimentaron a los ejemplares con flores, calabazas y zanahorias, aunque algunos tuvieron que ser alimentados a mano con una jeringa, recordó Carter riendo.
“Esas son las que más recuerdas”, dijo, y añadió que a una de ellas la llamó “Green” (“Verde”).
Las iguanas capturadas fueron luego trasladadas en avión desde Dominica en un tipo especial de funda de almohada y cajas con muchos agujeros para respirar, y aterrizaron en Anguila, donde luego fueron transportadas en bote a Prickly Pear Este.
Curtis dijo que salvar a las iguanas de las Antillas Menores es importante para mantener la biodiversidad: “Cada especie tiene una función específica”.
Ahora se reproducen en todo Prickly Pear Este. El islote permanece deshabitado, pero recibe a los navegantes a los únicos dos restaurantes del islote, que venden pollo a la barbacoa, costillas y langosta. Las iguanas no están en el menú.





