(Foto: @‌VisitPhilly)

En 1989 se estrenó la película Do the Right Thing de Spike Lee. Su tema central era la compleja naturaleza de la tensión racial en una comunidad multicultural. La historia transcurre en un barrio de Brooklyn donde el conflicto latente entre residentes afroamericanos y los dueños italoamericanos de una pizzería culmina en tragedia y violencia durante un sofocante día de verano. La película expone la desigualdad sistémica y cuestiona qué significa realmente “hacer lo correcto”. Muestra cómo pequeñas fricciones pueden escalar hasta la violencia por prejuicios, y cómo se enfrentan las acciones individuales con las expectativas colectivas.

Al acercarse la temporada navideña, ese tema vuelve a mi mente. En los últimos años, con el clima político actual, hemos visto distintos grupos disputarse la propiedad de “la verdad” y de lo que es “correcto” o “bueno”. No recuerdo un momento más extraño en nuestra historia, cuando hacer lo correcto parece tan confuso.

Hoy vemos conflictos raciales en aumento. Ser “correcto” parece depender más de quién eres ahora que de quién fuimos alguna vez. Hubo un tiempo en que distinguir entre el bien y el mal era más sencillo: bastaba con escuchar a nuestros padres o seguir lo aprendido en la escuela católica. Los Diez Mandamientos eran una guía clara: si te alejabas demasiado, probablemente no estabas haciendo lo correcto.

En 1989 nos veíamos como parte de un “crisol de razas”. Treinta y seis años después, entendemos que somos más bien una “ensalada”, donde el tomate siempre será tomate. Nuestras identidades no se fundieron en una sola idea de lo que significa ser bueno. Hoy, ser “bueno” está moldeado por nuestra crianza, experiencias, política, origen y situación económica.

Hubert H. Humphrey lo dijo bien:
“Afortunadamente, hace tiempo que dejamos de ver a Estados Unidos como un crisol… Hoy somos más maduros y sabios. Así como celebramos un mundo diverso, también celebramos una América diversa, más rica por las muchas hebras distintas que la componen”.

Por eso propongo algo sencillo: empecemos por decir lo correcto. La mayoría coincidimos en que palabras amables generan conversaciones más amables. Frases como: “Te entiendo”, “Discúlpame”, “Qué gusto verte”. Tal vez incluso un apretón de manos, o un abrazo, a alguien que no piensa como tú. Quizá ahí comienza el verdadero acto de hacer lo correcto.

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