La Dra. Natalia Ortiz, MD agradeciendo el reconocimiento Shining Star Award que recibió de las organizaciones SILAMP y NHMA. (Foto: Virginia Esteban–Somalo)

La población latina en Estados Unidos se ha multiplicado enormemente en las últimas décadas. Según los datos del Censo, los latinos ya representan casi el 20 % de la población del país, y son una parte vibrante y esencial del tejido social, económico y cultural de los Estados Unidos. Pero a pesar de este crecimiento, el número de médicos latinos apenas ha aumentado. Según cifras de la AAMC, menos del 6 % de los médicos en ejercicio se identifican como latinos; de estos, solo el 2.4% son mujeres.

Esta brecha no es solo una cuestión de representación. Es una cuestión de salud pública, de confianza y de equidad. Millones de pacientes latinos acuden cada año a hospitales y centros de salud donde, con frecuencia, nadie habla su idioma ni comprende su contexto cultural. Las consecuencias pueden ser graves: errores de comunicación, diagnósticos incorrectos y desconfianza de los pacientes en el sistema médico.

Más allá de la justicia social, existe una razón práctica para hacerlo: el sistema de salud estadounidense necesita médicos latinos. A medida que crece la población latina, también aumenta el número de pacientes que necesitan o que prefieren atención en español. La pandemia dejó en evidencia cómo las brechas culturales y lingüísticas pueden costar vidas. Las comunidades con menos proveedores de salud bilingües y biculturales sufrieron mayores tasas de contagio y menor acceso a información confiable.

¿Por qué no hay más médicos latinos?

La respuesta comienza mucho antes de las puertas de la facultad. Muchos jóvenes latinos nunca son alentados a seguir esta carrera. En demasiadas escuelas y universidades, los orientadores académicos todavía dirigen a los estudiantes latinos hacia opciones “menos pretenciosas”, menos costosas o más cortas. Esa orientación puede parecer bien intencionada, pero termina siendo muy limitante. Cuando a un estudiante con talento para la ciencia se le dice que la medicina es demasiado competitiva o cara, el mensaje implícito es: “esta profesión no es para ti”.

Los orientadores y educadores tienen un papel crucial para revertir esta tendencia. Todo joven que muestre interés por la ciencia o la salud debería escuchar: “esto es para ti; tú perteneces”. Las universidades, especialmente aquellas con alta matrícula latina, deberían fortalecer sus programas premédicos, crear redes de mentoría y establecer alianzas con facultades de medicina. Los modelos por seguir importan. Cuando un estudiante latino conoce a un médico que comparte su idioma y su cultura, la idea de convertirse en médico deja de ser un sueño lejano y se convierte en una posibilidad real.

De otro lado, incluso con el estímulo adecuado, el costo de la profesión médica sigue siendo una barrera monumental. La matrícula en una escuela de medicina en EE. UU. puede superar fácilmente los $250 000, sin contar la carrera universitaria ni los años de ingresos perdidos durante la formación. Para los estudiantes de primera generación o las familias sin ahorros grandes, esa cifra no solo es desalentadora sino prohibitiva.

Desafortunadamente, las barreras financieras siguen determinando quién puede y quién no, ingresar a la carrera médica. El resultado es un cuerpo profesional que, aunque dedicado a servir a todos, no refleja la diversidad del país. Los estudiantes latinos, que con mayor frecuencia provienen de familias de ingresos bajos o medios, quedan en desventaja.

Aunque se venía progresando, en los pasados meses se han dado retrocesos importantes, disminuyendo programas de becas dirigidos a estudiantes subrepresentados. Las facultades de medicina tienen que responder a los recortes y revisar sus estructuras de matrícula para compensar.

Este problema no puede resolverse con esfuerzos individuales aislados. Requiere políticas coordinadas. Las facultades de medicina deben invertir en programas de divulgación y colaboración con universidades de servicio hispano. Las organizaciones filantrópicas y los donantes privados pueden financiar becas que reduzcan las barreras económicas. Y el gobierno federal debería fortalecer programas de acceso profesional, –como el Health Careers Opportunity Program (HCOP)– que ayudan a estudiantes de entornos desventajados a ingresar a carreras de la salud.

Los latinos ya son la columna vertebral de la fuerza laboral estadounidense: construyen las ciudades, enseñan en las escuelas y alimentan al país. Es hora de que también estén representados entre las batas blancas de sus hospitales y clínicas. Si queremos un sistema de salud que sirva con equidad a todos, debemos asegurarnos de que todos tengan la oportunidad de servir dentro de él. El estímulo, el acceso y la asequibilidad no son lujos: son los pilares de un sistema médico justo y de un tejido social más incluyente y diverso.

El próximo Simposio de Minorías en las Ciencias de la Salud 2025, es una oportunidad para empezar a realizar sueños. El viernes 14 de noviembre, de 8:30 am a 2:00 pm se celebrará su novena edición en Esperanza College. La meta del evento es inspirar a los jóvenes a seguir carreras en el área de la salud con el fin de crear una industria más diversa y disminuir las disparidades en salud.

El tópico principal este año será el cáncer, una enfermedad que impacta a muchas familias. La audiencia podrá escuchar de las oradoras invitadas: Dra. Bernarda Viteri, Dra. Jaleesa Jackson. Dra. Monique Gary. Habrá también paneles sobre distintas profesiones y la oportunidad de involucrarse en actividades como disecciones, extracción de DNA y utilizar tecnología moderna para aprender sobre el cuerpo humano.

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