(Foto: Ilustrativa/Pexels/cottonbro studio

Hace años, cuando estaba en la universidad, llegué temprano a una clase y vi que en la pizarra todavía estaba escrito el material del día anterior. Me quedé mirándolo hasta que el profesor entró, nos saludó y, sin pensarlo mucho, borró todo para empezar con la lección del día. En ese momento no le di mucha importancia. Pero décadas después, mientras escribía el discurso para la boda de mi hija menor, ese recuerdo volvió a mi mente. Y entendí lo poderoso que es el acto de “borrar la pizarra”.

Piensa en todos esos años que pasamos en la escuela. Cada mañana, la maestra o el maestro borraba la pizarra. No porque la lección del día anterior no tuviera valor, sino porque había que hacer espacio para lo nuevo. Esa clase ya se había dado—y si estábamos pendientes, ya habíamos aprendido algo—pero el simple hecho de borrar la pizarra significaba renovación. Era un nuevo día, una nueva oportunidad de aprender, siempre construyendo sobre lo que vino antes.

Así mismo pienso que debemos vivir la vida. Cada mañana, al despertarnos, debemos imaginar que borramos nuestra pizarra. Las lecciones de ayer—sean buenas o malas—ya forman parte de nuestra historia. Aferrarnos demasiado a ellas no nos deja crecer. Pero al limpiar la pizarra nos damos permiso de abrirnos al nuevo día: a ideas frescas, nuevas experiencias y sí, también a nuevos errores.

Claro, los errores son parte del proceso. De hecho, las lecciones más grandes casi siempre vienen de esos fracasos. Nos duelen en el momento, pero dejan huellas profundas en nuestro “libreta de vida”. Por eso borrar la pizarra no significa olvidar el pasado; significa cargar con la sabiduría que ganamos, mientras nos damos el chance de volver a empezar.

El Dr. Joe Dispenza (www.drjoedispenza.com), autor de Deja de ser tú, habla mucho de esto. Él recomienda dedicar unos minutos cada mañana a una práctica de meditación e intención: enfocarte en la gratitud, elevar tus emociones y poner intenciones claras para tu futuro. Con solo cinco minutos al día, puedes empezar a reprogramar tu mente y alinear tu interior con la realidad que quieres vivir. Es literalmente como escribir tu propia lección cada mañana: aplicando lo bueno que aprendemos y sacando provecho de nuestros errores.

Por eso, mañana cuando te levantes, imagínate frente a esa pizarra en blanco. Yo lo hago todas las mañanas con una pizarrita que tengo en mi chimenea. Respira profundo. No importa si eres joven o mayor, estudiante, padre, madre o abuelo. La vida siempre nos seguirá enseñando, mientras nosotros sigamos dispuestos a aprender.

Mi deseo es que todos abracemos ese pequeño acto de renovación. Borra la pizarra. Haz espacio para el perdón, la curiosidad y el crecimiento. Empieza el día con gratitud y la mente abierta. Y recuerda: la lección más importante siempre es la que estamos escribiendo hoy.

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