No juzgues a priori los errores de los demás. No sabes por lo que esa persona podría estar pasando. (Foto: Ilustrativa/ Pexels)

Esa frase de Robin Williams me ha estado dando vueltas en la cabeza estos días. Nos recuerda lo rápido que somos para juzgar a la gente sin detenernos a pensar en lo que pueda estar pasando en sus vidas. Si alguien nos corta en el tapón, pensamos que es un cafre. Si un compañero de trabajo está serio, lo cogemos personal. Si un vecino nos mira medio raro, creemos que no quiere ni saludarnos.

Pero, ¿y si en vez de pensar lo peor, entrenamos la mente para imaginar lo mejor? Quizás ese conductor va de prisa porque tiene un hijo enfermo. Tal vez ese compañero de trabajo acaba de recibir malas noticias de un ser querido. O quizá ese vecino está peleando una batalla interna que nadie conoce.

Recientemente estaba con mi hermano y me recordó una historia del libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva de Stephen Covey. Él cuenta de un papá en el tren de Nueva York cuyos hijos estaban corriendo sin control. Covey, molesto, le dijo que debía “controlar a sus muchachos un poco”. Entonces el padre le contestó: “Acabamos de salir del hospital, donde su mamá murió hace una hora. No sé ni qué pensar, y ellos tampoco saben cómo manejarlo”.
Covey lo llamó un “cambio total” de cómo ver las cosas: de irritación pasó a compasión en un segundo.

De ese momento en adelante, empezó a mirar las situaciones con otros ojos. Todo cambió. Esa experiencia demuestra cómo, cuando miramos más allá de las apariencias, evitamos malentendidos y cultivamos empatía. Y es que muchas veces cargamos nuestras propias prisas, problemas o frustraciones, y terminamos reaccionando sin pensar.

En nuestra vida diaria pasa igual. Vivimos en tiempos donde la desconfianza y la división parecen la norma, y reaccionamos a la defensiva al instante. Muchas veces sacamos conclusiones sin ver el cuadro completo. Pero cada uno de nosotros tiene el poder de escoger distinto: respirar, dar un paso atrás y pensar antes de reaccionar. Ese segundo de pausa lo puede cambiar todo.

Escoger la bondad no significa tapar la realidad; significa darle a la gente el beneficio de la duda y creer que detrás de cada gesto hay una historia que desconocemos. Significa abrirle la puerta a la comprensión en vez de cerrarla con un juicio. Como decimos en Puerto Rico: “Haz el bien y no mires a quién”. La frase enfatiza el principio de la bondad incondicional. Y también: “Hoy por ti, mañana por mí”. Porque la vida da muchas vueltas, y en cualquier momento podemos ser nosotros los que necesitemos un poco de empatía.

Un poco de paciencia y una mente abierta pueden cambiar no solo nuestro día, sino el de los que nos rodean. Y quién sabe, quizás hasta inspiremos a otros a hacer lo mismo. La amabilidad no cuesta nada… pero tiene el poder de cambiarlo todo

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