Fotografía cedida por Gregor MacGregor, director de Acequia Assistance Project, donde se aprecia una zanja de agua en el Valle de San Luis al sur de Colorado. (Foto: EFE/Gregor MacGregor/Acequia Assistance Project)

Denver (CO),.- El tradicional estilo de vida que durante siglos mantuvieron descendientes de españoles y mexicanos en el sur de Colorado está en peligro mortal por la pandemia y una sequía que podría borrar del mapa el español cervantino que todavía se oye en la zona y las centenarias acequias que han regado sus campos.

Si el cambio climático ha hecho que los grandes granjeros de la zona busquen comprar el agua que ahora usan las pequeñas granjas o ranchos hispanos del Valle de San Luis, la pandemia «desequilibró las conexiones sociales» entre esas familias que antes permitían mantener a las acequias en funcionamiento.

«Muchas familias piensan vender sus tierras», explicó a Efe Sarah Parmar, directora de conservación de Colorado Open Lands, una organización que ayuda a los granjeros.

El heno que se produce en el Valle de San Luis es uno de los de mayor calidad del país, haciendo que los terrenos y el agua en manos de hispanos desde hace más de cuatro siglos se hayan convertido en bienes muy buscados por acaudalados granjeros e inversionistas.

PRESENCIA CENTENARIA

Según la historia, los primeros españoles y mexicanos llegaron al sur de Colorado desde Nuevo México en 1598 como parte de la expedición de Don Juan de Oñate.

Estas familias crearon un sistema de acequias compartidas por toda la comunidad para regar sus granjas y dar de beber a su ganado.

Los derechos de acceso al agua para las familias latinas del sur de Colorado fueron protegidos por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado en 1848, que puso fin a la guerra entre México y Estados Unidos en la que Estados Unidos tomó control de lo que antes era territorio mexicano, incluyendo el área que hoy se conoce como Colorado.

Pero esos derechos se han ido reduciendo y los latinos han visto cortado el paso a caminos y acequias por parte de grandes terratenientes.

«Estos recién llegados consideran a las acequias como reliquias del pasado y solamente las ven como un desperdicio de agua que podría usarse para ganadería o para agricultura. Ellos no ven la comunidad que construye y mantiene a esas acequias, una comunidad que valora la tierra por pertenecer a esa tierra y valora el agua por compartirlas con árboles y peces», aseveró Parma.

Fotografía cedida por Gregor MacGregor, director de Acequia Assistance Project, donde se aprecia una manada de ganado mientras pasta en uno de los campos en el Valle de San Luis al sur de Colorado. (Foto: EFE/Gregor MacGregor/Acequia Assistance Project) 

LAS ACEQUIAS, UN NEXO SOCIAL

«Las acequias son un sistema que necesita a toda una comunidad. Las acequias tienen una dimensión física y otra social. No se trata solamente de compartir el agua, sino de trabajar juntos. Es una forma de vida que continuamente conecta y relaciona a quienes dependen de las acequias», indicó.

Los miembros de esa comunidad se llaman a sí mismos con la antigua palabra española «parciantes» y cada uno tiene el derecho a un voto sin importar el tamaño de su terreno a cambio de colaborar a mantener y limpiar las acequias.

De esa manera, a pesar de vivir en una zona geográfica y culturalmente aislada y en una de las regiones más pobres del estado, las familias hispanas sobrevivieron y hasta prosperaron durante siglos.

Fotografía cedida por Gregor MacGregor, director de Acequia Assistance Project, donde se aprecia una de las granjas en el Valle de San Luis al sur de Colorado. (Foto: EFE/Gregor MacGregor/Acequia Assistance Project)

UNA CRECIENTE POBREZA

Pero todo se vio afectado por la pandemia de la covid-19 que, debido al aislamiento social obligatorio, desarticuló las relaciones comunitarias y sociales que existían entre esas familias.

En un área de poca población con marcadas carencias tecnológicas y restringido acceso a servicios de salud, la pandemia aceleró el desempleo y agravó el desamparo, por lo cual las familias se vieron obligadas a «volver al pasado», es decir, salir a cazar y a pescar, e ir al bosque a cortar leña, para luego organizar comidas comunitarias, repartiendo alimentos a toda la comunidad.

«Hemos vuelto a la caza y a la pesca porque aquí no llegan productos a los supermercados, ni siquiera los productos básicos», comentó Liza Marron, directora de la Coalición de Comidas Locales en el Valle de San Luis (SLVLFC).

Ante esa situación, y debido a que ahora el agua de las acequias se vende al mejor postor, numerosas familias latinas, empobrecidas al extremo por la pandemia, se ven obligadas a vender el agua e incluso sus terrenos.

Además del cambio climático y la pandemia, Parmar apunta a otro factor clave que puede hacer desaparecer las acequias: el «miedo» a un futuro que prolongue esa endeble situación en la que viven.

«Este es un momento crítico en el que las familias deben decidir si se quedan o si se van», dijo Parmar.

Y en marzo próximo se realizará una cumbre entre los principales actores de esta situación para encontrar respuestas a los desafíos de esta comunidad centenaria que, si las cosas siguen su actual curso, podría desvanecerse en pocos años.

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