Una de las estrategias electorales de Donald Trump durante su campaña fue proponer altos aranceles como pieza central de su proyecto económico. Un arancel universal a todos los países, y uno más agresivo, específicamente para China, al que amenazó de llegar hasta el 150%.
La Unión Europea se conformó con no iniciar una guerra comercial, y Canadá sigue buscando la manera de bajar o eliminar los caprichosos aranceles impuestos a pesar de deshonrar el tratado de libre comercio con ese país y con el vecino del sur.
Los impuestos a las importaciones mexicanas como medida de presión a ese país sobre los temas migratorios, y el combate al tráfico de fentanilo, le generaron apoyo político al presidente, pero hoy están trayendo consecuencias serias.
Lo que a menudo no se ve en el debate sobre los aranceles es el impacto real y local que tienen en el día a día de las comunidades, y no solo en las casas de bolsa. Para Pensilvania, un estado con una economía industrial y agrícola muy diversa, el comercio no es solo un concepto, sino parte esencial de la vida cotidiana. Y una de las relaciones comerciales más importantes de este estado es con México.
El comercio bilateral entre Pensilvania y México asciende a aproximadamente 12.1 mil millones de dólares. México es el tercer socio comercial del estado y su segundo mercado de exportación, después de Canadá. Además, este intercambio genera alrededor de 200,000 empleos anuales en Pensilvania.
Desde manufacturas y dispositivos médicos hasta productos agrícolas y alimentos procesados, el flujo de mercancías entre ambos lugares es dinámico y toca virtualmente a todos los sectores de su economía.
Los puertos en Filadelfia y Wilmington, Delaware; son puertas de entrada de importantes productos de Latinoamérica y el Caribe como frutas y verduras frescas; que llegan en contenedores refrigerados y se distribuyen rápidamente por todo el noreste de EE. UU. hasta Canadá.
Por esos puertos durante todo el año entran alimentos saludables y económicos. Los aranceles elevarán los precios, en especial para las familias que ya luchan con el costo de la canasta básica.
Los defensores de los aranceles dicen que son una forma de sancionar a gobiernos extranjeros que se han “aprovechado” de EE. UU., o de proteger a las industrias nacionales. Pero está demostrado que los aranceles suelen funcionar como un impuesto oculto sobre los consumidores y las pequeñas empresas. Generan incertidumbre económica, provocan represalias comerciales y, al final, logran poco para recuperar sectores industriales que se han transformado o desaparecido.
Además del impacto macroeconómico, imponer aranceles aumenta los costos afectando a las empresas y a los pequeños y medianos negocios, y al fin de cuentas, al consumidor.
Precios más altos, márgenes de ganancia más bajos y, en algunos casos, decisiones difíciles sobre despidos o traslado de operaciones.
En Pensilvania especialmente en su floreciente sector de restaurantes, tienen desde ya un impacto negativo por la especulación de precios, y porque, como otros negocios de inmigrantes mexicanos, han sufrido una baja significativa de clientela por el miedo que han generado las redadas del ICE, además de la dificultad para retener a los empleados, inmigrantes a su vez.
En todo EE. UU., se calcula que uno de cada diez restaurantes ofrece comida mexicana, y Pensilvania no es la excepción. Estos restaurantes dependen en gran medida de ingredientes importados para ofrecer platos auténticos. Insumos clave provienen principalmente de México y América Latina, y es inevitable el impacto en ellos y en las tiendas que ofrecen productos típicos de diversos países.
Estos negocios fundamentalmente de inmigrantes para inmigrantes generan empleo, contribuyen a la economía local, alquilan locales, pagan impuestos y ayudan a definir la riqueza de identidad multicultural de las ciudades y pueblos de Pensilvania. Pero eso es el propósito de la agenda MAGA, cada vez más obvia. “Hacer a América Blanca de Nuevo”.
Los aranceles, la persecución a los inmigrantes y a estadunidenses con el perfil racial, perjudican la vida de millones de familias, la economía, y los efectos en cadena perjudican incluso el turismo internacional.
Según datos de 2022, México representó el 23.06% del total de turistas internacionales, siendo el segundo país de origen más importante, después de Canadá (26.93%).
Se sabe que esta cifra de visitantes de ambos países ha bajado drásticamente por miedo a ser rechazados, y como represalia a las políticas trumpistas que han puesto a sus más cercanos aliados y a su fuerza laboral, como enemigos,
Este régimen tarde que temprano le saldrá el tiro por la culata, perjudicando no solo a los que menos tienen y, para entonces, quien sabe si sea demasiado tarde, porque el resto del mundo no se va a quedar con los brazos cruzados.

