Una paradoja muy llamativa parecería estar tomando cuerpo en la comunidad latina de Estados Unidos. Por un lado, algunos estudios recientes muestran una preocupación persistente por las acciones del Gobierno; por el otro, muchos de quienes apoyaron a Donald Trump en 2024 continúan mostrándole su respaldo. Esta tensión refleja la complejidad del sentimiento en el que se debate hoy la identidad política latina, en medio de un momento marcado por el dolor económico, el miedo a la amenaza migratoria y una cierta ansiedad existencial sobre el sentido de su pertenencia a esta nación.
Según un informe reciente del Pew Center, casi cuatro de cada cinco latinos creen ahora que las políticas de Trump perjudican a los hispanos; un aumento significativo en comparación con su anterior mandato. Además, el 70 % de los latinos desaprueban la forma en que está gestionando su trabajo como presidente, y el 61 % afirma que sus políticas económicas han empeorado las cosas.
La sensación de inquietud no se limita a los índices de aprobación. Aproximadamente uno de cada tres adultos latinos reporta haber tenido dificultades en el último año para cubrir sus deberes más básicos, como la compra de comestibles, la atención médica, el pago de la renta o de la hipoteca. Casi la mitad afirma haber tenido problemas para costear al menos una de estas necesidades esenciales, lo que es un reflejo muy evidente del deterioro financiero que atraviesan muchas familias.
Entonces, ¿cómo puede persistir el apoyo al presidente en este contexto? El mismo informe de Pew ofrece una pista clave: entre los latinos que votaron por Trump en 2024, el 81 % aún lo aprueba, aunque esta cifra también ha bajado desde el 93 % registrado al inicio de su segundo mandato.
Esta doble realidad puede ayudar a explicar los cambios recientes en lugares como Pensilvania. En las elecciones de noviembre, hubo evidencia de que muchos votantes latinos regresaron al Partido Demócrata, y son varios factores que explican esta tendencia, entre ellos los problemas de asequibilidad y la presión económica jugaron un papel determinante; ya que cuando el bolsillo se afecta, el voto suele priorizar el pan sobre la retórica política del momento.
Por otra parte, más allá de los problemas económicos, también crece la ansiedad por el sentido de pertenencia. Más de la mitad de los latinos —cerca del 55 %— dice tener “serias preocupaciones” sobre cuál es su lugar en Estados Unidos bajo la presidencia de Trump.
Y en Pensilvania en particular, se añade otra capa de tensión, ya que ha sido uno de los estados más intensamente afectados por el refuerzo de las políticas de inmigración del Gobierno, lo que incrementa la presión sobre comunidades que ya venían golpeadas económicamente y socialmente.
Cuando se combinan la incertidumbre migratoria, el aumento del costo de vida y el sentimiento de exclusión, la lealtad política se convierte en un asunto conflictivo. El apoyo que aún conserva Trump entre parte del electorado latino es difícil de entender.
Y la dinámica general parece estar cambiando. El peso de la crisis económica, sumado al temor a no sentirse plenamente aceptado, está impulsando una reevaluación de las lealtades políticas, lo que plantea la interrogante de cómo los líderes de los partidos piensan (si es que lo contemplan) construir una relación de confianza duradera con los votantes latinos. Hasta que eso ocurra, el apoyo político latino, sea hacia Trump o hacia cualquier otro candidato o partido, seguirá siendo frágil, cambiante e inevitablemente influido por la experiencia y las vicisitudes de la vida cotidiana. Habrá al menos que seguirse informando, analizando y buscando asegurarse de que los principios (si realmente se tienen) no se traicionen por ideas equivocadas, basadas en medias verdades.

