Decenas y decenas de voluntarios trabajaban para los pobres con el apoyo del arzobispo Jorge Bergoglio. (Foto: Cortesía /Darío Bellot)

Por ahí hacia 1995 en Buenos Aires, solíamos recorrer las “villas miseria” (favelas, o barrios pobres) en la capital de Argentina y sus alrededores, llevando ayudas obtenidas a través de CARITAS, la organización caritativa de la Iglesia Católica que tiene mucha representación en Latinoamérica.

Repartíamos comida no perecedera, ropa, zapatos, etc. Esos barrios eran intransitables para muchos de nosotros, yo cursaba mi carrera universitaria por ese entonces y, para nuestra sorpresa, éramos cálidamente recibidos. Mayor sorpresa aun, nos recibían madres; muchas de ellas solteras o separadas, y sus niñas y niños jugando en las calles al futbol, sin calzado, sin ir a la escuela y sin las necesidades básicas cubiertas.

El obispo Jorge Bergoglio encabezaba ese movimiento de ayuda a los más necesitados en los barrios humildes, abriendo escuelas y centros de ayuda. Cuando la policía y el gobierno no entraba en los barrios, nosotros sí. Nos reunimos a menudo en las oficinas de CARITAS, a una cuadra de la Casa Rosada (la “Casa Blanca” de Argentina) y de la Catedral de Buenos Aires. De ahí venía caminando, después de haber tomado el subte, para reunirse con nosotros y darnos aliento y palabras de fe el arzobispo de Buenos Aires, el futuro papa Francisco. Por esos años, aunque muy influyente en mi país, nadie se imaginaba que iba a ser designado arzobispo en 1998, cardenal en 2001 por el tan recordado Juan Pablo II, y que en el 2013 se convertiría en el papa Francisco.

Niños de los barrios pobres de Buenos Aires reciben el auxilio de voluntarios de la CARITAS diocesana. (Foto: Cortesía/Darío Bellot)

Su trabajo era contagioso, su calma y serenidad eran inigualables cuando se dirigía a un pequeño grupo de 20 o 30 personas, incluyendo padres y monjas que nos acompañaban en la misión en los barrios. Recuerdo que se tomaron algunas casas vacías en esos barrios y se puso la cruz del Señor, y ellas representaban nuestra base en cada barrio. Pronto se empezaron a dejar entrar a doctores y enfermeras voluntarios, que atendían en el mismo lugar. Nosotros llevábamos algunas medicinas básicas, además de víveres y ropa.

En un lugar donde el robo era “moneda corriente”, no recuerdo que la puerta de estos centros hubiera sido forzada o hubieran desaparecido recursos que habíamos dejado. Pronto varias madres del barrio se hicieron cargo de estos centros, que el Francisco llamaba “Iglesia en los barrios pobres”, donde trabajaban con las monjas, en ambientes habilitados como comedores para los más necesitados. ¡La obra del Señor fue enorme en esos días!

Mas adelante, en 2015, el World Meeting of Families, la reunión Mundial de las Familias de la Iglesia Católica, tuvo lugar en Filadelfia. Tuve la oportunidad y el honor de participar y contribuir.

Caritas organizó los centros barriales donde después atendían médicos y dentistas voluntarios. (Foto: Cortesía/Darío Bellot)

Para los que vivían en la ciudad, recordarán las multitudes de creyentes de todas partes del mundo. El obispo de Roma en su papamóvil, recorriendo y saludando con calidez a los fieles y seguidores por las calles de nuestra ciudad. Una misa en la Catedral de Filadelfia, otra en Independence Hall, y un cierre fantástico en las escalinatas del Museo de Arte. Para esos años yo trabajaba en la escuela de sordos, y tuvimos el honor de compartir esas escalinatas con el papa. Se preguntarán cómo un coro de sordos, (que no mudos), corean la música. Lo hacen con el compás y la vibración, pero sobre todo con el corazón. El papa luego bendijo a ese grupo de chavales.

Si aún no lo han visto, en el 2015 el grupo “The Mural Arts” hizo un mural extraordinario en el norte de Filadelfia, en la escuela Saint Malachy, que fue firmado por el papa Francisco.

“There’s no better way of explaining happiness than to make someone happy.” Among the many legacies Pope Francis left us, the idea of serving others in need is at the top. His work showed how to lead with humility and with the example; there is no need to dictate, instead, it’s better to influence. 

No hay mejor manera de explicar la felicidad que hacer feliz a alguien. Entre los muchos legados que nos dejó el papa Francisco, la idea de servir a los más necesitados es fundamental. Con su obra demostró cómo liderar con humildad y con el ejemplo; no hay necesidad de dictar, sino de influir.

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