A medida que reflexionamos sobre el debate en curso en torno a los archivos de Jeffrey Epstein, es crucial ampliar nuestra perspectiva sobre las responsabilidades. Aunque gran parte de la atención se ha centrado en quienes participaron directamente en actividades ilícitas, no debemos pasar por alto a otro grupo fundamental: los facilitadores.
La verdadera rendición de cuentas implica mirar no solo a los individuos involucrados, sino también a quienes permitieron que estas acciones continuaran sin control. Esto incluye a cualquiera que estuviera al tanto de las fechorías y, aun así, decidió permanecer en silencio o no intervenir. Su inacción desempeñó un papel muy importante en la perpetuación del daño.
Recordemos que la justicia no se trata únicamente de abordar a los perpetradores, sino también de responsabilizar a los facilitadores: aquellos que sabían lo que ocurría y no hicieron nada para pararlo. Exigir transparencia y responsabilidad de todas las partes honra a las víctimas y ayuda a evitar injusticias similares en el futuro.
Muchas personas de la industria del cine y la música, y otros artistas, así como personalidades nacionales y regionales, han prometido no solo su tiempo sino también su dinero para asegurarse de que haya una divulgación completa que permita al público comprender la tremenda gravedad de esta situación.
Existen numerosos correos electrónicos, fotografías, comunicaciones y un intercambio de dinero y favores entre una amplia variedad de individuos. Todas estas personas deben ser entrevistadas y se les debe preguntar qué saben, cuándo lo supieron y por qué no lo hicieron público. Todos los involucrados en el fango moral que rodeaba a Epstein debieron haberlo confrontado, acudir a las autoridades pertinentes y luego a los medios. Si se sigue la evolución de este caso, se verá que desde el primer juicio contra Jeffrey Epstein, estos individuos adinerados recibieron un trato preferencial y, en lugar de la condena seria que merecían, recibieron apenas una palmadita en la mano. Ya en la investigación inicial de Epstein había suficiente información e indicios para llamar a numerosas personas, entrevistarlas y, de ser necesario, procesarlas.
Muchas de las víctimas fueron obligadas a firmar acuerdos de confidencialidad a cambio de dinero. Esto es una clara señal de colusión o intimidación destinada a evadir el proceso legal. ¿Por qué se iban a entregar tantos acuerdos de confidencialidad a niñas jóvenes y a sus familias si no se intentaba ocultar algo? Muchos consideran que estos acuerdos deberían ser anulados y que deberíamos poder entrevistar a esas víctimas.
Hay muchas más niñas y jóvenes que fueron afectadas por esta tragedia de múltiples capas, y todas ellas deberían poder contar sus historias. El Gobierno podría considerar nombrar una comisión especial que examine todo lo ocurrido y ayude a determinar quién estuvo involucrado directa e indirectamente. Solo cuando conozcamos toda la verdad podremos decir que respetamos a las víctimas y que impulsamos leyes para la protección de los menores y para limitar la capacidad de los fiscales gubernamentales de violar la ley al excluir a las víctimas cuando se toman decisiones a puerta cerrada sobre ciertos casos.
Esperamos que esto nos ayude a apoyar a las víctimas y sus familias y a dar esperanza a las muchas niñas y mujeres que fueron traficadas y abusadas. Muchos departamentos de policía no han tratado bien a las víctimas y no han procesado todos los kits de violación que han acumulado. Estas familias no reciben el trato digno y respetuoso que cada día se les otorga a los ricos y poderosos.
Nosotros también debemos participar en este proceso, recorrer este camino en busca de justicia y presionar a nuestro gobierno para que sea transparente sobre este asunto, sin esconderse detrás de ciertos tecnicismos legales que obstaculicen o retrasen esta investigación. En este momento, se teme que las llamadas “investigaciones en curso” puedan servir como una puerta de escape para que el Departamento de Justicia no tenga que publicar los archivos.
Nuestro deber como ciudadanos es mantener la presión sobre la Casa Blanca, el Congreso y los grupos de presión. Debemos exigir cada día que estos archivos se publiquen de inmediato. Esto no tiene que ver con ningún partido político ni con ningún grupo étnico; se trata de justicia para las víctimas. Al mismo tiempo, debemos apoyar y valorar a aquellas víctimas que están dispuestas a hacerse públicas y compartir sus terribles experiencias para que podamos ayudar a construir una mejor América.
Resulta llamativo que la Casa Blanca declare que se preocupa por las víctimas, pero no haya invitado a estas a reunirse con el presidente ni a celebrar una conferencia de prensa en la que él y toda su administración se comprometan a la transparencia con las afectadas presentes.
Quienes leen este artículo tienen el futuro de Estados Unidos en sus manos, y contamos con su voz, sus acciones y sus exigencias para que nuestros funcionarios políticos avancen de forma productiva hasta que toda la verdad salga a la luz.

