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Palabras como balas o como agua: tú decides

Mientras vemos las noticias hoy en día, creo que muchos nos preguntamos cómo es posible que haya tanta rabia y odio saliendo de los medios. La cantidad de coraje, cinismo y resentimiento que sale de nuestras pantallas puede ser abrumadora. Por suerte, ahora tenemos más control sobre lo que consumimos: las redes sociales, los podcasts y los medios independientes nos dan el poder de “hacer clic” y buscar nuestra versión de la “verdad”, o mejor, vemos Netflix.

Así que, mientras tratamos de reacomodar lo que antes llamábamos “normalidad”, la pregunta sigue ahí: ¿Podemos todavía crear un mundo donde las conversaciones se centren en el amor, la bondad y la esperanza?

Leí en algún lugar que “las palabras son como balas”. Este proverbio africano nos recuerda el impacto y la permanencia de las palabras. Una vez dichas, las palabras —al igual que las balas— no se pueden devolver. Hieren, golpean, y pueden dejar cicatrices que duran años. Pero, ¿y si le diéramos la vuelta a la analogía? ¿Y si, en vez de balas, nuestras palabras fueran como agua, de modo que las palabras puedan nutrir?

El agua nutre; toma una semilla en tierra fértil y, con paciencia, la convierte en una planta llena de vida. Las palabras pueden hacer lo mismo. Pueden ayudar a alguien a desarrollarse al máximo, a fortalecer su confianza y a cultivar su resiliencia. Igual que el agua sostiene la vida, el lenguaje positivo puede sostener la esperanza.

El reto es que, en el clima político y cultural actual, las palabras negativas parecen pesar más, y los comentarios hirientes dominan los titulares. Tristemente, la gente suele prestarle más atención al lenguaje dañino y negativo. Entonces, ¿cómo seguimos firmes?. Con paciencia y persistencia. Igual que el regar y cuidar una semilla requiere disciplina y constancia, usar palabras positivas de forma consistente también requiere esfuerzo sostenido e intención. Y aunque los resultados no siempre sean inmediatos, el crecimiento es real.

Esta idea de usar palabras positivas todo el tiempo no es nueva. Los educadores lo saben bien. Los maestros usan el lenguaje positivo como base para el aprendizaje y el crecimiento personal. Como afirma la autora Alicia Ortego, las palabras que usan los padres pueden moldear la autoestima y la fortaleza emocional de un niño. Frases de aliento siembran la creencia de que los retos se pueden superar con esfuerzo y determinación.

La ciencia lo confirma. Investigaciones demuestran que las palabras positivas pueden literalmente cambiar la química del cerebro: liberar hormonas que nos hacen sentir bien, bajar el estrés e incluso fortalecer el sistema inmunológico. El blog Smiling Mind señala que algo tan simple como elegir un lenguaje amable y afirmativo en nuestras conversaciones diarias puede levantar el ánimo y mejorar nuestro bienestar general.

Por eso no propongo una bandera blanca de rendición, sino una bandera blanca de paz; un compromiso de ser conscientes de cómo nos hablamos. Vamos a elegir nuestras palabras como si fueran agua: refrescantes, que dan vida y que sostienen.

Y en tiempos como estos, elegir nutrir puede ser el acto más radical de esperanza que nos quede. Que cada palabra que usemos sea un bloque, una columna para construir esperanza, bondad y empatía.

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