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Las falsas alarmas de tiroteos en Villanova revelan una horrenda realidad social que cobra otras víctimas mortales en Mineápolis

Personas se resguardan tras de un muro ante la alarma de un presunto tirador activo en el campus de Villanova el jueves 21 de agosto. (Foto AP/Matt Slocum)

Un nuevo informe de Wired afirma haber identificado a los responsables de las dos alarmas de tiradores activos en la Universidad de Villanova. Wired informa que las amenazas fueron cometidos por una persona que se hace llamar «Gores» en línea, quien se autoproclama líder de un grupo llamado «Purgatorio», un nombre irónico considerando que Villanova es una institución católica. Según Wired, Purgatorio denunciará falsas amenazas a escuelas, como las reportadas en Villanova el jueves y el domingo, por tan solo 20 dólares.

El informe señala que el grupo ha celebrado la atención mediática. A principios de este año, las autoridades federales lograron la declaración de culpabilidad de tres hombres vinculados a Purgatorio. Owen Jarboe, de 19 años, de Hagerstown, Maryland; Evan Strauss, de 27 años, de Moneta, Virginia; y Brayden Grace, de 19 años, de Columbus, Ohio, se declararon culpables de conspiración, acoso cibernético, comunicaciones amenazantes interestatales y amenazas de daño o destrucción mediante fuego y explosivos.

Estas dos falsas alarmas, con apenas unos días de diferencia, sumieron a la Universidad de Villanova y a su comunidad en el miedo y la confusión. El jueves, mientras estudiantes y familias llegaban para iniciar el año académico, llamadas reportando un falso francotirador activo provocó dos horas de pánico. La policía emitió alertas pidiendo a los estudiantes resguardarse, las actividades se interrumpieron y la sombra de una masacre se extendió sobre el campus, pero en realidad, no se había disparado ni un solo tiro.

Apenas tres días después, una amenaza similar volvió a asustar a la misma institución en una tranquila mañana de domingo, obligando nuevamente a las autoridades a movilizarse y a la comunidad a correr y a prepararse para lo peor.

Estos dos hechos por sí solos, dos falsas alarmas en menos de tres días, dirigidas al mismo lugar, bastarían para estremecer y robarle la paz a cualquier comunidad. Pero lo más alarmante no son solo los hechos en sí mismos, sino la crueldad deliberada que se esconde detrás de ellos.

Y es que hay que tener clara una cosa: estas no son bromas. Son actos de malicia y perversidad calculada. Cuando alguien reporta falsamente un tirador activo, hace mucho más que interrumpir clases o eventos en curso: inyecta terror en la vida de estudiantes, padres, docentes y residentes. Durante más de dos horas el jueves, muchas personas creyeron que sus vidas corrían peligro. Desconocidos se refugiaron juntos, solo para descubrir después que habían sido víctimas de una terrible broma. Como lo expresó con acierto el presidente de Villanova, el reverendo Peter Donohue: fue una “farsa cruel”.

Y es crueldad pura e insensata. Este tipo de acciones deja heridas invisibles, ansiedad creciente, pérdida de confianza y una comunidad obligada a vivir bajo la sombra de falsas alarmas. Es un daño social que se expande: los padres dudan de la seguridad del campus, los vecinos pierden la paz y comienza a instalarse una cultura del miedo donde antes no la había, dañando la estabilidad comunitaria.

La tragedia más profunda es lo que esto revela sobre el estado de nuestros valores colectivos. Quienes están detrás de estos actos no solo malgastan recursos policiales o juegan con el temor ajeno, sino que exhiben una asombrosa falta de sensibilidad y responsabilidad social. Fabricar deliberadamente el pánico en un mundo ya saturado de violencia y amenazas reales es mostrar desprecio por los vecinos y por la sociedad en su conjunto. Es contribuir activamente a la erosión de la confianza mutua, que es el pegamento de la vida en comunidad.

Se debe enviar un mensaje claro de que este tipo de comportamiento no es tolerable, y que es producto de una sociedad enferma.

Estas falsas alarmas son más que “falsos avisos”. Son síntomas del deterioro y un delirio que se hace cada vez más colectivo en la sociedad.

Y hasta que no nos propongamos enfrentar los problemas de salud mental, las mentiras que se sostienen de dos hilos y se pasan por verdades por el peso de quien las dice, y sobre todo, hasta que no se reaccione con leyes severas que garanticen que las armas no lleguen a personas tan dañadas para cometer un tiroteo como el ocurrido en Minnesota este 27 de agosto, apenas iniciando el año escolar, seguiremos fomentando una sociedad donde la crueldad se vuelve paisaje y la convivencia en paz es su primera víctima.

Me pregunto qué harían los miembros de la Asociación del Rifle si sus hijos o nietos se encontraran entre los menores que han perdido la vida por su obsesión con la Segunda Enmienda de la Constitución.

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